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Es el momento para que salga Tía María

2019-06-10

El reciente conflicto de Las Bambas reavivó algunas de las interrogantes claves que existen alrededor de la actividad minera en los últimos años, como: ¿cuál es el rol que cumple la minería en el país?; ¿cuál es la situación por la que atraviesa hoy el sector?; ¿qué hacer para que crisis como la ocurrida no se repita en forma recurrente?; y, finalmente, ¿cuáles son las perspectivas que se proyectan para la minería peruana?

En exclusiva, Luis Rivera, Presidente de Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP), no solo da respuestas solventes a estas y otras preguntas, sino que aporta información valiosa para entender la actualidad de esta industria e iniciativas concretas para su proyección a futuro.

En términos de inversión, las cifras en minería registradas a la fecha están lejos de las que se habían proyectado para el periodo de gobierno de PPK. ¿Coincide con esa observación? Sí, lo cual ha sido el resultado de la coincidencia de dos situaciones críticas: la baja de los precios de los metales a nivel global, y la situación de alta conflictividad que, en el ámbito político local, vivió el país durante los dos primeros años de gobierno. Lo que se reflejó en los resultados macroeconómicos del país. Definitivamente. Precisamente, en el IIMP estamos trabajando, junto con el Centro para la Competitividad y el Desarrollo (CCD) de la Universidad San Martín de Porres, en un estudio que lo haremos cada dos años y que hemos denominado “Impacto macroeconómico y microeconómico de la minería en Perú˝.

Y lo que primero que han hecho evidente los primeros resultados de ese estudio, es la importancia determinante que tiene la industria minera para el crecimiento y desarrollo económico del país. El estudio muestra, por ejemplo, que el impacto del cobre en el PBI base y el crecimiento del PBI es de más del 46%, según datos del 2017, y los datos del 2019 muy probablemente lo confirmen; y que el cobre es el metal que más impacto tiene en la macroeconomía del país.

Pero además de confirmar que el Perú, al igual que Chile, es un país que vive de la minería, el estudio nos ha revelado un hecho que se ve clarísimo al observar las curvas históricas: que cuando el precio de los metales sube, el país mejora económicamente; y que cuando los precios bajan, los indicadores macroeconómicos bajan también. A nivel macroeconómico, entonces, somos un país que depende de la industria minera. No obstante, lo que revela también es que a nivel microeconómico ocurre otra historia, en la que el impacto del precio de un commodity global como el del cobre, por ejemplo, pasa a depender de las políticas públicas aplicadas por las autoridades a nivel nacional, regional y hasta municipal. Y es ahí donde tenemos problemas, porque se hace evidente que, aún con picos de precios altos, regiones como Cajamarca, por ejemplo, no solo no se han desarrollado, sino que han retrocedido.

¿Por qué? Porque las políticas públicas, que son definidas y aplicadas por las autoridades regionales y municipales elegidas, no solo no fomentaron la industria, sino que no aprovecharon los recursos que ella aportó gracias a los picos altos de los precios de los metales, y el resultado de ese proceso ha sido que tenemos regiones que simplemente no han visto ese bienestar y han terminado siendo subvencionadas por otras regiones. En ese contexto, el caso de Cajamarca es grave porque es una economía que no produce dinero, sino que absorbe el que otras regiones sí producen, y esas son las regiones mineras.

A lo que se suma la ausencia del Estado en las regiones donde están asentadas las operaciones mineras, lo que lleva a los pobladores a exigirle a las empresas el cumplimiento de tareas que son parte del rol del Estado. Sí, y donde más se confirma eso es a nivel microeconómico. Porque, cumpliendo su misión, las empresas mineras generan recursos económicos, crean trabajo y empleos para la mano de obra local, generan ciclos económicos y contribuyen con la creación de valor. Sin embargo, el desarrollo del entorno en que operan no es de responsabilidad exclusiva de las empresas mineras, porque eso es pedirles demasiado.

Esa es responsabilidad de los gobernantes y del Estado, en todos sus niveles. Obviamente, las empresas mineras, como un ciudadano más, contribuyen a ese desarrollo tal como lo vienen haciendo hoy, pero no pueden asumir la tarea de convertirse en las únicas impulsoras del desarrollo. Concepto que es parte de una percepción casi generalizada. Y que es el problema que tenemos hoy en el país: la gran confusión que existe de pensar que recursos económicos es igual. como ciudad y como región, lo que se ve en su desarrollo inmobiliario, que es impresionante, o en su infraestructura, que está mejorando aceleradamente. Ciertamente, ahí hay mucho por hacer todavía en la perspectiva de constituir un clúster minero, pero insisto, esa es una tarea a la que puede aportar la sociedad civil, pero que debe ser liderada por el Estado.

EL APORTE DE LAS EMPRESAS

¿Y cómo puede aportar la industria para facilitar esa labor del Estado? ¿A través de qué acciones o medidas concretas? Las empresas contribuyen al desarrollo a través de sus gremios, instituciones u organizaciones que forman como parte de la sociedad civil. En la actualidad, por ejemplo, además de lo que aportamos cada una de las empresas del sector, pensamos que la iniciativa con que mejor podemos contribuir como industria es contribuir a la formación de clústeres mineros en el norte y en el sur. 

De hecho, ya lo están haciendo en el sur. Efectivamente, en el sur existe un clúster en formación, el cual surgió de manera espontánea impulsado por la iniciativa de cuatro grandes mineras: Las Bambas, Antapaccay, Tintaya y Hudbay, las cuales han generado un corredor minero en el sur. Este comenzó a articularse alrededor del tren que parte desde Puno y que en su parte final es usado por Cerro Verde, el cual permite llevar la carga de todos hasta el puerto de Matarani. Y que ha impulsado la construcción de nueva infraestructura que favorece a todos.

Sí, porque, a su vez, impulsó el tendido de una línea eléctrica de 500 kilowatts desde el centro al sur del Perú, para alimentar la demanda adicional de energía que se ha generado en la zona; el mejoramiento de las carreteras; la mejora de la línea férrea que unía Puno con Arequipa y, lo más importante, la construcción misma del puerto de Matarani, el cual, con más de 100 millones de toneladas a desarrollo, y no es así.

El rol de la empresa es contribuir al desarrollo; recalco, contribuir, más no liderarlo, porque no es su responsabilidad. Y esto es lo que ha ocurrido en las zonas en que se han producido conflictos, como Apurímac o Cajamarca, por citar dos casos destacados. Afortunadamente, un ejemplo contrario es quizás Arequipa, cuya naturaleza más avanzada y sus índices de educación más altos, le han permitido utilizar y aprovechar esos recursos aportados por las grandes mineras del sur en su desarrollo de capacidad, es hoy uno de los puertos más grandes del mundo.

Y eso, debemos destacarlo, se logró por la iniciativa conjunta de las empresas mineras –Las Bambas, Antapaccay y Cerro Verde– que se unieron de manera espontánea. Lo mismo ha sucedido con el parque industrial de Arequipa, que surgió de manera espontánea, y los conglomerados industriales de la zona de La Joya o Uchumayo, donde se han instalado empresas como Metalmet Aceros, Komatsu o Moly-Cop, que tiene una de las plantas de bolas más grandes del mundo en Arequipa para proveer a esas grandes empresa mineras. Pero repito, todo este círculo económico surgió de manera espontánea. ¡ojalá se hubiera desarrollado de manera planificada!

¿Por dónde se debiera haber partido si se hubiese hecho así?

Por asegurar el acceso a la tierra para la industria metalmecánica, por ejemplo, o por contar con accesos viales adecuados, que hoy en día son limitados. Porque todo lo que tenemos ahora, se ha hecho al revés: la mejora de los accesos viales ha venido después de haber tenido un mercado industrial ya instalado. Y lo mismo puede decirse de la red de agua y desagüe, por ejemplo, que cuenta con tuberías artesanales de solo una o dos pulgadas, cuando lo que una industria, como la que ya opera , necesita tuberías de 15 pulgadas. Eso es planificación de un clúster minero y eso nos faltó; pero se está haciendo hoy.

Otro elemento fundamental para el funcionamiento de un clúster es la  gestión centralizada y eficiente de la información del mercado. ¿Qué se está haciendo en ese ámbito?

Precisamente, el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP), y la Cámara de Comercio de Arequipa (CCA), estamos trabajando en un proyecto que lidera la International Finance Corporation (IFC) para procesar información de la producción minera en el sur con el fin hacer balances y proyecciones a futuro de movimiento económico. Este es un esfuerzo integral de recopilación de información con el objetivo de planear estratégicamente a largo plazo, algo que se necesita para que un clúster tenga éxito. Para eso nos estamos basando en las experiencias del clúster minero de Antofagasta, en Chile, y el de Zacatecas, en México, los dos más exitosos de la región. Como IIMP, pensamos que es con iniciativas como esta que podemos contribuir mejor al desarrollo del país.

LAS LECCIONES DE LAS BAMBAS

En ese contexto, ¿qué balance tiene respecto a lo ocurrido en Las Bambas? Que hay mucho por hacer. El tema de Las Bambas, en primer lugar, es un tema complejo, en la medida que tiene aristas económicas, pero principalmente sociales. Porque ahí hay un descontento de la comunidad generado por una expectativa sobredimensionada de la comunidad respecto a la empresa, que confundió el rol de la empresa con el rol del Estado; pero hay también una confusión del propio Estado, que se refleja en el hecho que la construcción de la carretera, origen del conflicto, vino después de que se generó la necesidad de tenerla.

Y a eso hay que sumar los temas judiciales, personas que cometieron delitos, como los abogados que manipularon información y las expectativas de la comunidad de manera dolosa. No obstante, lo positivo es que esto ha sido reconocido por las partes, y hoy se ha trazado una agenda para encontrar soluciones a esos problemas. ¿Y qué lecciones extraería de todo este proceso que todavía no termina? Que se están corrigiendo los errores del pasado y se están trabajando en soluciones para asegurar el futuro de Las Bambas y de la industria en general.

Porque, a diferencia de lo que sucedió antes, todos han puesto de su parte para resolver los problemas de manera pacífica: la empresa, que manejó bien el problema al permanecer firme y no aceptar el chantaje; pero también el Estado, que aunque podemos discutirle el tiempo que se tomó, que nos hubiera gustado que fuera más rápido– finalmente pudo articular sus respuestas. Eso ha hecho posible que el conflicto no haya provocado fatalidades, personas dañadas o nuevos choques entre la policía y comunidad, que es lo peor que puede ocurrir en la industria con una empresa de por medio.

En ese contexto, hay que destacarlo, la participación y el liderazgo que mostró Salvador del Solar, fueron acertados. Pero, ¿qué se debe hacer a partir de lo logrado? Primero, sobre la base de ese aprendizaje, tomar medidas rápidas para reparar todo el desgaste que el conflicto de Las Bambas ha significado para el país y su reputación, porque esto ha sido noticia en todos los mercados. Y segundo, trabajar para hacer realidad otros proyectos, es el momento. Solo así transformaremos la crisis generada en una oportunidad, el problema en una solución.

¿Cómo, concretamente? Debemos lograr que salga Tía María, por ejemplo, es el momento. Aprovechar que ese proyecto está a un decreto de su ejecución. Porque no se necesita una nueva ley o una nueva normativa, y el tema social está manejado. De hecho, las últimas protestas han sido de solo cuarenta o cincuenta personas; ya no tienen la convocatoria que tenían hace cuatro años. Por tanto, repito, es el momento para que Tía María salga; para transformar una crisis como la de Las Bambas en una buena noticia.

Es el momento para que el Ejecutivo diga: “Señores, solucionamos bien el tema de Las Bambas, ahora sale Tía María”; para lograr que, en compañía del Estado, Southern Perú resuelva los temas sociales del proyecto, para lo que ellos han señalado que cuentan con el financiamiento para poner en marcha un alud de programas sociales. Cosa que ayudaría a despejar las dudas e incertidumbre que ese conflicto ha generado y reafirmar el potencial y ventajas con que cuenta el Perú para el desarrollo de la industria minera. En efecto.

Porque a nivel internacional, y lo digo al nombre de Gold Fields también, entendemos que estas crisis sociales ocurren pero que, desde el punto de vista geológico, el Perú sigue siendo el país más atractivo en el mundo. Y por eso, no vamos a cambiar nuestro perfil de inversiones en el Perú. Somos creyentes del Perú y vamos a seguir invirtiendo en el Perú, ahora y en el futuro.

PRESENTE Y TAREAS A FUTURO

Pero aparte de Las Bambas, ¿qué balance tiene de lo que viene sucediendo con otros proyectos en el sector? Positivo en lo que se refiere a proyectos como Mina Justa, Quellaveco o las ampliaciones de Toromocho y Toquepala que siguen avanzando y en los que no vemos mayores problemas. Son proyectos brownfields maduros, que van a salir. Pero lo que sí nos preocupan son los proyectos que están en un estado anterior. Concretamente, los proyectos greenfields o greenfields avanzados, los que se requiere que salgan para darle sostenibilidad al sector y que no estamos viendo que ocurra, lo que representa un gran riesgo para el futuro del sector. 

¿Y qué piensa que se debería hacer ante esa situación? Que, liderados por el gobierno, las empresas, los institutos y la academia, en general, asuman la tarea de planear estratégicamente el desarrollo del sector a largo plazo, a cinco, diez o 20 años, y proponer tareas para lograrlo; y más concretamente, comenzar a trabajar ya en los proyectos que deberían salir en los próximos cinco o diez años. No los estamos promoviendo y, reitero, el momento para hacerlo es ahora; de lo contrario, en cinco o diez años nos vamos a arrepentir. En ese escenario, ¿qué están haciendo ustedes como IIMP? Concretamente, desde el IIMP estamos trabajando en un proyecto legislativo y reglamentario para fomentar la exploración en el Perú.

Creemos que la exploración en el Perú podría duplicarse o triplicarse para engrosar la cartera de proyectos a futuro. La exploración es la madre de todos los proyectos. En minería, no existe proyecto si no se explora. Y ahí es donde vamos a atacar mediante iniciativas en dos ámbitos. Primero en el normativo, señalando los cambios que deberían hacerse, desde el punto de vista legal o reglamentario, para fomentar la exploración; y no estamos hablando en ningún momento de relajar el escrutinio ambiental o social. ¿Y el segundo? En el de la información.

En ese ámbito, en el Instituto estamos trabajando en la elaboración de un “Índice de competitividad minera˝, que comprenderá la actividad minera de Chile, Perú, Colombia, México, Canadá y Australia, con el objetivo de acelerar y hacer mucho más atractivos los proyectos para exploración. Porque hoy solo tenemos el índice de competitividad del Instituto Fraser que todos los usamos, pero que es un índice global, por lo que como IIMP vamos a trabajar en un índice propio que considerará componentes sociales y de infraestructura, ambos muy importantes.

Con esos dos índices y con la propuesta para mejorar la normativa de la exploración, creemos que podremos potenciar nuestro atractivo minero como país. Recordemos que el año pasado ocupamos el puesto 10 en el ranquin mundial de exploración y solo hemos capturado apenas entre el cuatro por ciento de las inversiones mundiales en exploración, unos US$ 400 millones, lo que es nada. Considerando los recursos que tenemos en el país, nosotros tendríamos que capturar el doble de eso; nuestra meta debería ser captar mil millones.

CRÉDITOS: REVISTA RUMBO MINERO


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